Los grupos de escritura expresiva proporcionan un marco que inspira y nutre la práctica individual de la escritura. Cuando varias personas se reúnen para escribir al mismo tiempo, ese vibrante silencio compartido en el que sólo se escucha el sonido del bolígrafo sobre el papel se convierte en un aliado del proceso creativo. La concentración y la apertura compartidas adquieren una profundidad diferente, más intensa, de un modo parecido a cómo asistir a una meditación grupal guiada, ya sea periódica o esporádicamente, refuerza la práctica de la meditación en soledad.
En palabras del pionero Ira Progoff, creador del Diario Intensivo:
“La presencia de otros, cada uno comprometido a descubrir el potencial de su propia vida, tiene el efecto de apoyar el trabajo solitario de cada uno. Uno de los objetivos de los talleres es ofrecer esta situación, un lugar donde la gente puede encontrarse a un nivel profundo, con completa libertad expresiva y con su privacidad protegida, donde se puede trabajar codo con codo junto a otros mientras se hace el trabajo solitario que alcanza profundamente nuestro núcleo más íntimo. Aquí nos refugiamos de las presiones externas de nuestra vida, pero no para escapar de ellas. Nos refugiamos en la profundidad del grupo para poder trabajar activamente en los temas fundamentales de nuestra vida.” (Progoff, 1992, p.35)
Los grupos de escritura se convierten en un foro donde elaborar y compartir los beneficios de la práctica escrita, donde darse ánimos para establecer la disciplina necesaria para que el proceso sea rico y productivo, donde desenmascarar los autoboicoteos y buscar soluciones a las dificultades que inevitablemente se presentan. Permiten profundizar en la teoría y en la técnica de esta vía de autoconocimiento, inspirarse en lo que los demás cuentan y escriben, asomarse a nuevas posibilidades creativas para encontrar, paulatinamente, el cóctel de prácticas que funciona para cada uno. El grupo proporciona también un apoyo que invita a lanzarse a la búsqueda de la expresión de lo auténtico con una actitud curiosa y valiente que se contagia visiblemente de persona a persona.
Lo que sigue es la reflexión de una participante al cierre del curso Escribiéndome que recoge fielmente el espíritu de este trabajo:
“Del curso me llevo la sensación de coger el boli y dejar que vaya solo, sin esfuerzo, sin preocuparme del resultado, disfrutando del instante y asombrándome de cómo se va creando algo nuevo, sorprendida de cada giro que toman las historias y del resultado final. Al leerlo en voz alta descubro una historia coherente, rica, hermosa y auténtica, me deja tranquila y orgullosa haber sido capaz de escribirla yo. Espero no olvidar que eso está dentro de mí y que lo puedo encontrar cuando me haga falta, y sin esfuerzo, sólo entregándome al boli.”