Escritura Expresiva

El término escritura expresiva define a la escritura personal, de carácter subjetivo, donde el mundo interno del escritor, con su experiencia, pensamientos y recuerdos  es el protagonista. Ejemplos comunes  de este tipo de escritura son los diarios personales, las cartas, y los poemas y relatos autobiográficos.

Desde que existe la escritura los humanos hemos aprovechado su potencial para el autodescubrimiento, el desahogo y la búsqueda de sentido. Los escritores, tanto los profesionales como los aficionados u ocasionales, siempre han sabido que la escritura es beneficiosa para el que la practica. Muchas personas se refugian espontáneamente  en ella en momentos de crisis o de intensidad vital, o cuando necesitan pasar página e iniciar una nueva etapa en su vida.

En los años sesenta Ira Progoff, un analista junguiano fue el primero en desarrollar un método de escritura con fines terapéuticos, llamado Diario Intensivo.  De esta forma abrió un campo de investigación nuevo que atrajo  a profesionales de ayuda de diferentes procedencias.

En la década de los ochenta  James Pennebaker,  un investigador de la universidad de Texas realizó con sus alumnos los primeros experimentos de laboratorio que dieron validez científica al incipiente movimiento de escritura terapéutica, demostrando sus efectos positivos en variables psicológicas y de salud. Estos experimentos han sido repetidos desde entonces con diferentes colectivos  corroborando los beneficios de este tipo de escritura. A día de hoy la expansión de la escritura terapéutica continúa en todo el mundo,  dando lugar a un gran número de publicaciones,  escuelas y asociaciones.

El simple acto de escribir regularmente sobre nuestra experiencia y reacciones tiene un impacto positivo en la autoestima, proporciona claridad y perspectiva, nos ayuda a conocernos y expresarnos, a reducir tensiones,  a atravesar dificultades y a explorar nuestra creatividad. Es una práctica en la que  manos, corazón y cabeza  trabajan en sintonía aprendiendo a coordinarse, primero sobre el papel y luego en la vida. Escribiendo descubrimos la poesía en nuestra vida, el drama que subyace a lo anodino, la magia de lo cotidiano. Aprendemos a reconocer nuestra propia humanidad y a aceptarnos, a darnos ánimos en los riesgos que necesitamos afrontar, a asomarnos a la vida que soñamos. Escribir ayuda a que las piezas vayan encajando y a que la senda se haga visible en la niebla. Escribiendo somos creadores y poetas existenciales.